- “Conservar, como lo hace esta familia, es un ejemplo para todo el país. Sin el apoyo que estamos recibiendo de las comunidades, no sería posible la lucha que damos contra los efectos de la deforestación y del cambio climático”: Carlos Eduardo Correa, ministro de Ambiente.
- Esta familia está convencida de que su finca colinda con un tesoro que todos deben conocer: Cerro Pinturas. Les dijeron adiós a sus vacas y decidieron abrirles la puerta a los turistas.
Noticia publicada por Visión Amazonía.
San José del Guaviare, 31 de mayo de 2022 -MADS-. José Noé Rojas dedicó prácticamente la mitad de su vida a las labores de ganadería y pastoreo en el departamento del Guaviare. Hace 28 años, este boyacense decidió radicarse en la región amazónica en busca de nuevas oportunidades, y las encontró en sus terrenos fértiles, extensos y biodiversos.
Más temprano que tarde, don José Noé echó raíces y, ya casado y con hijos guaviarenses, compró la finca La Florida, a 90 minutos por tierra desde San José del Guaviare. “Un terreno de 135 hectáreas que tiene un tesoro como patio trasero: Cerro Pinturas”, como él mismo la define.
El contexto de conflicto armado de la época y la ausencia de conciencia ambiental hicieron que los cultivos ilícitos y la ganadería extensiva fueran las únicas alternativas productivas para don José Noé en el pasado, así como también lo fue para muchas otras fincas ubicadas en la Serranía de La Lindosa, el paraje montañoso de la Amazonía colombiana más conocido por su gran acervo cultural (cuenta con pictogramas hechos por comunidades indígenas hace más de 1000 años) y sus maravillas naturales.
No obstante, decidido a apostarle a la legalidad, este labriego se acogió al programa gubernamental de sustitución de cultivos; además de sus vacas, pasó a contar con sembradíos que dieron una muy buena cosecha, pero que no le dejaron ganancias debido al alto costo de transporte al llevarlos al mercado local.
En la dificultad yace la oportunidad
En aquellos días difíciles, el consuelo de la familia Rojas era charlar con los vecinos y los pocos viajeros que se acercaban a su predio para visitar los más de 1200 metros cuadrados de pictogramas que existen en Cerro Pinturas.
Denominado por muchos como “una ventana al pasado”, en las “avenidas de roca” de Cerro Pinturas hay varios paneles que representan escenas de caza, animales, alimentos, batallas, danzas y ceremonias de las comunidades indígenas que allí habitaron.
A su vez, es un lugar lleno de historia escondido en el corazón del bosque amazónico, cuyas formaciones rocosas o ‘tepuyes’ son de las más antiguas del mundo.
De acuerdo con la Universidad Nacional, los pictogramas tienen entre 1000 y 12.000 años, y pertenecen a los carijonas y guayaberos, pueblos indígenas amazónicos, seminómadas, guerreros, cazadores y recolectores, de los que sobreviven muy pocos en los departamentos de Caquetá, Guaviare y Amazonas.
Conscientes de estas maravillas, la familia Rojas decidió abrirles las puertas a diferentes expertos, quienes por años le “pusieron cuidado”, como dice don José Noé, al arte rupestre que existe en las cercanías de la finca La Florida, dado que es un patrimonio cultural único y muy valioso.
Pero todo no quedó allí. El potencial turístico de La Florida fue bien aprovechado por la familia Rojas y, juntos, crearon un proyecto sostenible y bien estructurado, el cual atrae a cada vez más personas a una zona cuyo flujo de turistas se ha incrementado desde la firma del proceso de paz con las Farc.
En la misma línea, cabe destacar que en el año 2018 el Instituto Colombiano de Antropología e Historia (Icanh) declaró 893 hectáreas de la Serranía de La Lindosa como Área Arqueológica Protegida de Colombia, incluyendo las veredas Cerro Azul, Nuevo Tolima, La Pizarra y Raudal del Guayabero.
Turismo como sustento
Hoy, esta familia está comprometida con una alternativa productiva en la cual no solo se permite a los turistas adentrarse en la espesa naturaleza y conocer el basto patrimonio cultural de la Serranía de La Lindosa, sino que es un proyecto turístico que próximamente empezará a ofrecer servicios de alojamiento, alimentación y guía.
“Una de las decisiones más importantes que hemos tomado como familia fue sacar las vacas del predio hace ocho años y no volver a tumbar un solo árbol. Nos dimos cuenta de que la ganadería deteriora la tierra y de que los suelos dejan de ser productivos; además, en ese momento notamos que los nacimientos de agua que estaban cerca de la finca se estaban secando, por esto decidimos comprometernos con el medioambiente”, afirmó don José Noé respecto a su cambio de visión y la conciencia que tomó él y su familia en relación con el cambio climático.
Hoy, ya son 15 las familias que viven del turismo en la vereda Cerro Azul y que pertenecen a Corpolindosa, una organización comunitaria que agremia a 82 familias en la Serranía de La Lindosa, que decidieron apostarle al turismo comunitario.
Estas familias están comprometidas con el cumplimiento de los acuerdos de conservación de 4649 hectáreas de bosque que han firmado con el programa Visión Amazonía, del Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible.
Amenazas latentes
El hoy gestor turístico invita a conocer la Serranía de La Lindosa y sus pinturas rupestres cuanto antes, pues se están borrando de la roca debido a la injerencia humana.
Los habitantes con más años viviendo en Cerro Azul le contaron a don José Noé que, hace unos 50 años, hubo un incendio que consumió Cerro Pinturas. Luego, al consultar a expertos, estos le dijeron que la pérdida de color de las pinturas rupestres puede estar siendo originada por la pérdida de capa arbórea que las cubría, haciendo que quedaran más expuestas a la lluvia y el sol.
Además, las cenizas que dejó la conflagración se juntaron con el agua, lo cual produjo filtraciones en las paredes donde hay pinturas y, consecuentemente, la aparición de líquenes que también han deteriorado la intensidad de la coloración, contribuyendo infortunadamente a la desaparición de este patrimonio cultural.
Y es que, durante la temporada seca de 2020, otro incendio amenazó con afectar Cerro Pinturas. En esta ocasión, el reportar a tiempo a las autoridades y el apoyo del Icanh evitó por muy poco que las llamas alcanzaran el cerro (estuvieron a solo 400 metros).
La preocupación invadió a la familia Rojas. Sin embargo, Norvey Rojas (el menor de los hijos de don José Noé) se armó de valentía para incorporarse al Cuerpo de Bomberos Voluntarios de San José del Guaviare, un valioso grupo de hombres y mujeres que protegen los bosques junto a sus vecinos.
Un mensaje contra la deforestación
Reflexivo, pero con el objetivo de cambiar la realidad de la Amazonía, don José Noé afirma sentirse arrepentido del bosque que taló durante años: “Desde antes de firmar el acuerdo de conservación con Visión Amazonía, ya les había dicho a mis hijos que no íbamos a volver a tumbar ni un árbol más, y que en los lugares donde hubo tala los reforestaríamos con cuyuni. Ya hicimos un vivero con esta especie de árbol que está desapareciendo, y eso tampoco podemos permitirlo”.
Para proteger el cerro y sus pictogramas, la familia Rojas tiene normas básicas como no permitir el ingreso a ningún grupo de turistas sin el acompañamiento de un guía. Este último se encarga de velar por que los viajeros no fumen ni boten colillas de cigarrillo al suelo, ya que pueden ocasionar un incendio, tampoco pueden extraer fragmentos de fauna, flora o pedazos de roca de las pinturas.
Igualmente, los visitantes de esta zona tienen prohibido tomar fotografías con flash, subirse a las rocas de los paneles de pinturas o tocar los pictogramas, “pues el sudor, los bloqueadores y todas las sustancias que se impregnan en las manos aceleran el proceso de degradación”, expresa Norvey Rojas, quien ha aprendido de conservación y medioambiente junto a sus hermanos, declarándose “defensor de la Amazonía”.